Homenaje y agradecimiento a Dra. Consuelo Ibañez
Past-Directora del colegio Ceibos
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Sr. Ingeniero, Dante Guerrero, Vicepresidente Ejecutivo de la Asociación Civil Piura 450; Srta. Patricia Muro, Directora General del Colegio Ceibos; Sr. Anibal Mera, Director General del Colegio Algarrobos; Dra. Consuelo Ibáñez, past-directora del Colegio Ceibos; Dignísimos señores ponentes; Sres. Directivos de los colegios Ceibos y Algarrobos; Participantes todos: En el marco de la inauguración de este Congreso que han organizado los colegios Ceibos y Algarrobos, con ocasión de la celebración de los 15 años de su puesta en marcha, me corresponde el gratísimo deber de dar las gracias. Dar gracias es siempre una alegría, porque nos permite manifestar a otra persona aquello que en otras circunstancias quizás no nos atreveríamos a decirle. Será necesariamente -por la premura del tiempo y por la resistencia de la destinataria- un homenaje muy breve a la Dra. Consuelo Ibañez, past-directora del Colegio Ceibos. Pero no es sólo la gratitud de la Asociación Civil Piura 450, promotora del Colegio ¡qué es mucha!; ni sólo de todos aquellos -padres de familia, profesoras, alumnas- que han pasado por el Colegio Ceibos en estos últimos cinco años. Quisiera ser portavoz de un agradecimiento más amplio, más hondo. Quisiera ser portavoz del agradecimiento que toda la educación peruana le debe, porque Consuelo ha dejado su huella fecunda de maestra en todos los niveles de la educación peruana desde hace más de cuarenta años. Comienza su andadura docente como profesora de Lengua y Literatura, su especialidad, en Cañete y Chincha. Muy pronto empieza a ejercer su vocación de maestra de maestros, como Directora de Estudios en la Escuela Normal Superior de Chincha. Desde allí irá ocupando, movida por su deseo de contribuir a mejorar la formación de cada profesor, de cada profesora, los cargos de Asesora del Instituto Nacional de Perfeccionamiento Magisterial y Jefe del Departamento de Formación Magisterial en el Ministerio de Educación. Pronto será pionera y la gran promotora de la educación inicial en el Perú, ocupando los cargos de asesora de los Programas Especiales de Educación Inicial, con cooperación internacional de UNICEF; del AID y de la Fundación Bernard Van Leer; desde la formulación de dichos proyectos en 1973 y como directora de los mismos desde el año 1977 hasta el año 1983. Finalmente, como Directora de Educación Inicial, a nivel nacional, logró el reconocimiento de la importancia de este período de aprendizaje. ¡Cuántas aventuras vividas, recorriendo los sitios más pobres del Perú, para la puesta en marcha de los primeros Wawa-wasi! Por todos estos servicios prestados a la educación peruana se le otorgará la condecoración de las Palmas Magisteriales, con el grado de Amauta, la máxima condecoración que se concede a quien ostente una trayectoria académica y profesional de excepcional relieve, cuya obra haya contribuido notoriamente y con impacto evidente a la consecución de los fines generales de la educación, y que sea considerada un aporte significativo a la educación, ciencia o cultura del país. Su alma de maestra no se conforma con lo conseguido y tiene necesidad de seguir sirviendo. Al renunciar a su trabajo en la Administración Pública continúa compartiendo su experiencia docente ocupando los cargos de Directora General del Instituto Superior Montemar, en Lima; Directora de Estudios del Colegio Vallesol en Piura (1995 - 2001); Directora General del Colegio Ceibos (2001 - 2005) y actualmente profesora en la Facultad de Educación de la Universidad de Piura. Todos estos años de un arduo trabajo administrativo los hizo siempre compatibles con la docencia, su gran pasión. Enseñar a sus alumnos y formar profesores; investigar y publicar. Y todo esto -siempre- con la naturalidad de quien piensa que no está haciendo nada extraordinario, que simplemente está cumpliendo su deber. Ha hecho suyo, en estos largos años de educadora, el lema que San Josemaría proponía a sus hijos e hijas como modo el mejor modo de vivir: “Para servir, servir”. Ha enseñado, con sus palabras, pero más aún con su andadura. Ha sido siempre una maestra que no se ha medido para compartir sus conocimientos y su experiencia. Ha sabido mantener siempre el alma joven, con la capacidad para asumir nuevos retos , comprometiéndose con proyectos ambiciosos para hacer realidad sueños nobles. De ello somos especialmente testigos agradecidos en la Asociación Civil Piura 450, donde ha colaborado con una generosidad ilimitada en la puesta en marcha de los cuatro colegios, con una dedicación mayor a Vallesol y Ceibos. La brevedad del tiempo no me permite explayarme en tantos detalles de estos fecundos años de trabajo docente, pero no puedo dejar de mencionar un aporte que ha sido característica del trabajo de Consuelo: saber formar en libertad. En ese clima ha sabido siempre hacer crecer a quienes ha tenido a su lado profesoras, alumnas, directivos para que den lo mejor de sí mismos. A sabido ir por delante, abriendo un camino para que los demás puedan recorrerlo y luego dejarlos andar. En todas las instituciones donde ha colaborado ha quedado esa impronta indeleble del trabajo y del ejemplo generosamente compartido: los demás han podido empezar de muy alto, desde donde ella llegó. Por estos motivos –y por muchos más- tengo el honor de otorgar a la Dra. Consuelo Ibáñez la medalla del Colegio Ceibos. Muchas gracias!